
Concluyendo la noche he tomado una gran decisión que se corresponde con mis deseos más inquietantes.
He recordado nuestras horas juntos, el temblor de mandíbula que me provocaba el frío infernal en ese puente de diciembre, las calles abarrotadas de pintoresca gente que da vida a la ciudad de Madrid. Me absorbe la emoción que viví de manera tan breve que, inconscientemente, me traslado un paso atrás, cuando tú estabas convencido de que el amor era más grande que mil kilómetros, fronteras y tormentas.
Y aunque yo parezca débil, señoras y señores, siento decepcionarles en lo que creían que era una verdad en potencia. Me quejo, lo reconozco, a veces de vicio y otras de corazón, con la convicción de que el desahogo me hará un poco más fuerte de lo que ya lo soy, con un fin únicamente personal, ya que, está demostrado, mi fortaleza no puede compararse con ninguna de las que me rodea. Es muy sencillo, yo sí he aguantado los kilómetros, las fronteras y las tormentas, pero ninguno de vosotros ha conseguido recorrer la décima parte del camino que se cernía ante nosotros.
Por una parte os comprendo, ni soy el más divertido, ni el más guapo, ni el más listo... Pero por otra, sabeis que hubiera dado mi corazón por haceros felices. No es reproche ni queja en esta ocasión, sólo un sentimiento de nostalgia que me acoge en una madrugada veraniega.
O soy tonto o el mundo no me comprende. Espero resolverlo en los meses que me quedan antes de cumplir los veinte, no me gustaría terminar la adolescencia siendo, cómo no, tan débil como vosotros, o símplemente, un adolescente.
He recordado nuestras horas juntos, el temblor de mandíbula que me provocaba el frío infernal en ese puente de diciembre, las calles abarrotadas de pintoresca gente que da vida a la ciudad de Madrid. Me absorbe la emoción que viví de manera tan breve que, inconscientemente, me traslado un paso atrás, cuando tú estabas convencido de que el amor era más grande que mil kilómetros, fronteras y tormentas.
Y aunque yo parezca débil, señoras y señores, siento decepcionarles en lo que creían que era una verdad en potencia. Me quejo, lo reconozco, a veces de vicio y otras de corazón, con la convicción de que el desahogo me hará un poco más fuerte de lo que ya lo soy, con un fin únicamente personal, ya que, está demostrado, mi fortaleza no puede compararse con ninguna de las que me rodea. Es muy sencillo, yo sí he aguantado los kilómetros, las fronteras y las tormentas, pero ninguno de vosotros ha conseguido recorrer la décima parte del camino que se cernía ante nosotros.
Por una parte os comprendo, ni soy el más divertido, ni el más guapo, ni el más listo... Pero por otra, sabeis que hubiera dado mi corazón por haceros felices. No es reproche ni queja en esta ocasión, sólo un sentimiento de nostalgia que me acoge en una madrugada veraniega.
O soy tonto o el mundo no me comprende. Espero resolverlo en los meses que me quedan antes de cumplir los veinte, no me gustaría terminar la adolescencia siendo, cómo no, tan débil como vosotros, o símplemente, un adolescente.
No comments:
Post a Comment