
El pequeño entró en la mansión sin conocer muy bien los renglones que formaban la partitura de la escalera de gélido mármol. Una diferencia de temperatura abismal entre el caluroso exterior y el fresco pasillo que conducía a un lugar desconocido le llevó a pensar en presencias extraterrenales que tanto abundaban en los libros que sus padres no le dejaban leer.
Con paso lento y poco decidido subía cada escalón, atento a sus pasos, ya que los zapatos elegantes que su madre le había comprado semanas atrás acentuaban cada uno de sus pasos como la melodía de suspense de alguna de esas series que tenía prohibido ver en la televisión.
La lluvia que caía desde hacía un par de meses había creado goteras en la cabezada de la escalera. Una de las gotas fue a parar al cuello desprotegido del niño, que cerró los ojos, y atemorizado por lo desconocido, se dejó caer hacia atrás sumido en una nube de pensamientos negros que bloquearon su cuerpo, ya que nunca había tenido explicación a ninguno de esos estímulos.
El pequeño yació sobre el frío suelo, sumido en un profundo sueño, del que difícilmente podría salir. La responsabilidad directa fue de sus hermano, que no lo vigiló para evitar tal catástrofe.
Realmente, nadie se paró a pensar que la culpa la tuvieron todos menos su hermano, ya que sus padres intentaron protegerle de los miedos que ellos tenían, como ocurre en tantas familias. Del desconocimiento a lo comunmente denominado extraño nace el terror, la fobia, con una respuesta negativa en el ser humano en todas sus variantes.
Los padres deberían enseñar los valores que ellos no tuvieron la oportunidad de recibir de sus antecesores, en vez de reeducar a sus hijos repasando las lecciones que décadas atrás les sirvieron de ejemplo para comportarse. El extremismo nace del desconocimiento del polo opuesto.
La sociedad sigue avanzando con miedo, tan pequeños como el inocente aventurero.
Me ha encantado, muy bien redactado :) Opino lo mismo que tú, pero quizás a los padres que educan en nuevos valores se les considera malos padres si sus hijos acaban con malas influencias, achacándoles a ellos y no al propio hijo el error. En cambio, el padre que sigue la tradición de valores no podrá ser culpado por una sociedad que siempre busca el culpable de las decisiones de su hijo, así de cruel es la vida. Un saludo!
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